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terça-feira, 4 de outubro de 2011

CUBA EN TONO MAYOR (ESPANOL)


Soy rehén absoluto de la casa de sal y raspadura
que un dia me prestaron para plantar las semillas
que desde pequeño germinaron en mi jardín.
Le hice caso omiso a las leyes que inventaron los hombres
de no salirme de los límites del patio
y de no hacer de las palabras, tirapiedras al viento
con las que podria derrumbar campanarios y misiles.

En esta tierra donde me robaron las dactilares
siento heridas mis espaldas y carreteras
cuando los ciclones la cercan todos los años
y hacen nido dentro de sus campos y ciudades,
la arrasan como una maqueta
siempre que decide salir de fiesta.

Viví un tiempo sumergido dentro de sus túneles
capitales y maniguas desvestidas
donde también amanecen los que no son dueños de nada
a no ser de la piel que les regalaron los años,
aquellos que donan sus aplausos a los palcos
cuando les quemaron sus hijos
sus bastardos o sus caminos,
los que inventan sus mañanas sin más ni más,
los que le acarician la piel sobre las llagas
y a veces la odien con todas sus neuronas
y al mismo tiempo la adoren con las fibras del corazón.

Esta tierra de santos y de vírgenes
está salvada por las mareas y las olas
que le inundan las calles bien lejos de los congresos,
está salvada por ese sol que le hace agujeros
la deshidrata en las mañanas de luna nueva,
se le queda en sus grietas hasta el final del día
con ese calor que derrite los cartílagos
y hace renacer los veranos vividos.

De tanto quedarme al otro lado de la orilla
enterré los surcos que dibujan mis pies en la arena
los graves días en que me arrepiento
de ir en busca de las encrucijadas.

De un dia para otro, desistí de husmear en el mar
la verdad que prometieron mis progenitores
cuando me bautizaron hace algunos años
con ron y música, desnudo como un cáliz
e inocente como el vestido de una ninfa.

Mas ahora no puedo escoger otro camino
que el de regalarle pétalos a la tierra de mis abuelos
lanzarle poemas como si fueran flores
y regañar a los que la molestan
con sus uniformes y discursos,
pues me siento más cerca de aquellos árboles con ventanas
que crecieron cuando me zambullía en su archipiélago,
me presento a los ladrillos que formaron mis manos
con las formalidades que sean posible
para no morirme de rutinas ni de malabarismos
para no confundir el agua tibia con las mariposas.

Creo que no hay mucho que hacer desde mi escondite
en que mato a los que amordazan la Isla con trapos de miedo
sin embargo, siento que estas palabras con rostro
puedan ser la mano que le tiendo junto al precipício,
y estas letras que ahora me nacen en los dedos
puedan ser la revolución de alas abiertas
que mis ojos buscan dentro de las venas.

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